Historia de Baradero
Durante seis meses catequizó el franciscano Fray Francisco Arenas. Obedientes, dóciles, dúctiles en su presencia y atención, los naturales seguían las sabias enseñanzas del doctrinero. Pero había muy presto de producirse un cambio en la persona y no en el hábito de quienes le impartían normas de amor puro y moral incorrupta. Se entregó, su sucesor, por entero a la Reducción. Por espacio de seis años compartió el pan amargo de la miseria con los nativos. Era andaluz. Llevaba en sus ojos la cruz luminosa de la redención y en sus labios la miel de la fe. Se llamaba Fray Luis de Bolaños. Se agregó, se insertó a esos indiecitos que tras sus pasos andaban presurosos y plenos de voluntad para satisfacer los deseos de ese pastor de las almas. De su acción inconmensurable, Félix de Azara, nos ha legado un documento maravilloso:
El gobierno es paternal. El cura administrador en un religioso franciscano, que sirve sin sueldo, ni sínodo, ni subvención alguna. Ejerce sobre los indios las mismas facultades que un padre de familia corrigiendo los defectos que cometen, tanto en lo espiritual como en lo temporal. Les suministra lo que han menester por orden a vestuario. Por lo que hace a la manutención, se les da dos veces a la semana ración de carne común y menestras. Los indios tienen dos días a la semana para su trabajos particulares; y en tiempos de chacareo se les conceden semanas enteras, sin que esto embarace el que vayan a trabajar a las chacras de la comunidad, cuyos frutos se invierten en mantener a los que trabajan en las faenas públicas y en socorrer a los que necesitan semillas para sus chacras.
Nada amedrentó al Padre Bolaños para saciar su sed de amor a sus semejantes. La proeza fue su cayado en alabanzas al Creador. En la “Información Jurídica”, de Asunción, en el año 1619, el vicario Francisco Caballero de Bazán escribía:
En el distrito de esta ciudad de Buenos Aires está la reducción de Indios Naturales, llamada Santiago de Baradero, donde al presente está Fray Luis de Bolaños. Por saber la gran necesidad de doctrina que tenían los indios de este distrito, vino el dicho Padre de las provincias de arriba a esta de Buenos Aires. Allí hizo la reducción y al presente está ocupado administrando los santos sacramentos a los nativos.
En la misma “Información Jurídica”, el Capitán Pedro de Izarra, añade:
Es fuerza que los religiosos pasen muy grandes necesidades, como al presente las está pasando el Padre Bolaños en una de las Reducciones de este distrito… se sustenta sólo de maíz cocido y raíces.
La dimensión de la obra pastoral de Fray Luis de Bolaños no ofrece límites de contención. Su acción fue intensa, profunda, dinámica. Convivió con los indígenas, a quienes hizo de su alma, hijos de afectos. Y cuando hubo de retirarse a las celdas conventual, esporádicamente se llegaba hasta la Reducción para acariciarlos paternalmente. Su postrera visita a Baradero y con la mirada casi cegante, la efectuó entre los años 1622 y 1623. Su cansino paso de peregrino lo hacía a pie desde Buenos Aires hasta el reducto de su apostolado. La histórica figura religiosa de Fray Luís de Bolaños, excepcional por su energía y su acendrada fe, interesó a las autoridades de su tiempo y en los Libros Capitulares del Cabildo de Buenos Aires, Justicia y Regimiento, se encuentra una resolución dictada en 14 de diciembre de 1620, por la cual se le prohíbe dada su ancianidad, que haga a pie sus acostumbrados viajes entre Buenos Aires y la Reducción de Baradero.
Cuando ya dejara de ocurrir a este pueblo de indios, hubo ausencia total de clérigos en forma estable y sólo permanecieron los aborígenes esperando la llegada de la palabra que abriera sesgos de luces en las tinieblas de sus almas inmaculadas traída por los sacerdotes en sus misiones apostólicas, en tiempos prolongados. Muchos de ellos se corrompieron en sus hábitos cristianos, amancebándose nuevamente, y costumbres ingénitas afloraron; otros, fueron siervos sumisos de españoles a quienes se les adoptó, haciendo y sucediéndose, de esta manera, apellidos y nombres ibéricos que poblaron el lugar y extendieron la descendencia con el gentilicio del amo. La unión ilegítima de peninsulares e indias, proliferaron y de esta mezcla de sangre de blancos y cobrizos, se formaron los mestizos. Esta nueva etnia fue desalojando a los primitivos habitantes que se iban extinguiendo con la cruza de raza y con la muerte paulatina de los seres fundadores. A mediados del siglo XIX, aún existían herederos de ¡a casta inicial. En el Libro de los Muertos de la parroquia Santiago Apóstol el 3 de marzo de 1843 se registra:
el cadáver del indio Francisco Peralta, natural de este pueblo, fallecido a los sesenta y ocho años y casado con Lía Millares.
Son los últimos que quedaban en sucesión de aquellos que ocuparan el pago de Baradero y formaron el pueblo del mismo nombre.
El alejamiento del Padre Fray Francisco Arenas trajo como sucedáneo a Fray Luis de Bolaños que enriqueció de ventura y fuera continuo organizador de la flamante Reducción, como doctrinero y arquetipo de esta colonia aborigen, catequizando con las sabias enseñanzas del Evangelio y enseñándoles el labrantío de la fecunda y aún virgen tierra. Hernandarias, por lo creado, representaba su sillar en este franciscano mientras sus labores se iban desarrollando en el dilatado y desmedido territorio que bajo su jurisdicción emanaba órdenes y se empeñaba en medrar, tarea gigantesca para una sola persona y para sus débiles fuerzas de ser humano. “En ese tiempo Montalvo, Centenera y oíros funcionarios habían hecho notar al Rey de España los inconvenientes que tenían los gobernadores con una gobernación tan grande como la del Río de la Plata y Paraguay. La distancia enorme entre la Asunción y Buenos Aires obligaba a los gobernadores a nombrar tenientes con una u otra ciudad y a permanecer largas temporadas ausentes de. donde hubieran debulo estar”. Estas reflexiones, estas medulosas críticas tuvieron asideros en Su Majestad e hicieron hincapié cuando fue asignado Hernandarias el 7 de setiembre de 1614 al expresarle que espaldaraba su tirulo por el término de tres años, pues en cualquier instante podía decretar «la división del dicho gobierno de que se queda tratando, por ser tan extendido el distrito y entenderse que no se puede gobernar por una sola persona…» La escisión territorial recién habrá de producirse por real cédula firmada en Madrid el 16 de diciembre de 1617 cuando el Rey Don Felipe III, procede al desmembramiento de la provincia del Río de la Plata y Paraguay:
He tenido por bien -decía el rey- que el dicho gobierno se divida an dos, que el uno sea el Río de la Plata, agregándole las ciudades de Trinidad, puerto de Santa María de Buenos Aires, la ciudad de Santa Fe, la ciudad de San Juan de Vera de las Corrientes, la ciudad de Concepción del Río Bermejo, y el otro gobierno se intitule del Guayrá, agregándole por cabeza de su gobierno la ciudad de Asunción del Paraguay y la de Guayrá, Villa Rica del Espíritu Santo y la ciudad de Santiago de Jerez.
Se hacía menester, por ende, de dos jefes jerárquicos superiores para sendas divisiones. Se ha segregado Guayrá o Paraguay del Río de la Plata. Dos hombres representarían el mando en cada una de esas porciones de tierra bajo una sola enseña peninsular en esta ultramarina colonia. Hernandarias tuvo a su égida de asumir el Paraguay, dejando en esta otra parte del distrito sus reducciones y sus abnegaciones. Pero una esperanza feliz iba alimentando su alma bondadosa y plena de vigor: la órbita de la Reducción de Santiago había quedado en manos de Fray Luis de Bolaños, el que sabía modelar a salvajes, inculcar la fe, proclamar la caridad y predicar con el ejemplo cultivando el suelo. A Fray Luis de Bolaños, a quien había observado y respetaba y a quien fechado el 4 de mayo de 1610 escribiera al Rey informándole sobre el trato que daba a los indígenas en una de «Mis Reducciones», como las llamadas a sus hijas de creación:
El gobierno es paternal. El cura administrador en un religioso franciscano, que sirve sin sueldo, ni sínodo, ni subvención alguna. Ejerce sobre los indios las mismas facultades que un padre de familia corrigiendo los defectos que cometen, tanto en lo espiritual como en lo temporal. Les suministra lo que han menester por orden a vestuario. Por lo que hace a la manutención, se les da dos veces a la semana ración de carne común y menestras. Los indios tienen dos días a la semana para su trabajos particulares; y en tiempos de chacareo se les conceden semanas enteras, sin que esto embarace el que vayan a trabajar a las chacras de la comunidad, cuyos frutos se invierten en mantener a los que trabajan en las faenas públicas y en socorrer a los que necesitan semillas para sus chacras.
Nada amedrentó al Padre Bolaños para saciar su sed de amor a sus semejantes. La proeza fue su cayado en alabanzas al Creador. En la “Información Jurídica”, de Asunción, en el año 1619, el vicario Francisco Caballero de Bazán escribía:
En el distrito de esta ciudad de Buenos Aires está la reducción de Indios Naturales, llamada Santiago de Baradero, donde al presente está Fray Luis de Bolaños. Por saber la gran necesidad de doctrina que tenían los indios de este distrito, vino el dicho Padre de las provincias de arriba a esta de Buenos Aires. Allí hizo la reducción y al presente está ocupado administrando los santos sacramentos a los nativos.
En la misma “Información Jurídica”, el Capitán Pedro de Izarra, añade:
Es fuerza que los religiosos pasen muy grandes necesidades, como al presente las está pasando el Padre Bolaños en una de las Reducciones de este distrito… se sustenta sólo de maíz cocido y raíces.
La dimensión de la obra pastoral de Fray Luis de Bolaños no ofrece límites de contención. Su acción fue intensa, profunda, dinámica. Convivió con los indígenas, a quienes hizo de su alma, hijos de afectos. Y cuando hubo de retirarse a las celdas conventual, esporádicamente se llegaba hasta la Reducción para acariciarlos paternalmente. Su postrera visita a Baradero y con la mirada casi cegante, la efectuó entre los años 1622 y 1623. Su cansino paso de peregrino lo hacía a pie desde Buenos Aires hasta el reducto de su apostolado. La histórica figura religiosa de Fray Luís de Bolaños, excepcional por su energía y su acendrada fe, interesó a las autoridades de su tiempo y en los Libros Capitulares del Cabildo de Buenos Aires, Justicia y Regimiento, se encuentra una resolución dictada en 14 de diciembre de 1620, por la cual se le prohíbe dada su ancianidad, que haga a pie sus acostumbrados viajes entre Buenos Aires y la Reducción de Baradero.
Cuando ya dejara de ocurrir a este pueblo de indios, hubo ausencia total de clérigos en forma estable y sólo permanecieron los aborígenes esperando la llegada de la palabra que abriera sesgos de luces en las tinieblas de sus almas inmaculadas traída por los sacerdotes en sus misiones apostólicas, en tiempos prolongados. Muchos de ellos se corrompieron en sus hábitos cristianos, amancebándose nuevamente, y costumbres ingénitas afloraron; otros, fueron siervos sumisos de españoles a quienes se les adoptó, haciendo y sucediéndose, de esta manera, apellidos y nombres ibéricos que poblaron el lugar y extendieron la descendencia con el gentilicio del amo. La unión ilegítima de peninsulares e indias, proliferaron y de esta mezcla de sangre de blancos y cobrizos, se formaron los mestizos. Esta nueva etnia fue desalojando a los primitivos habitantes que se iban extinguiendo con la cruza de raza y con la muerte paulatina de los seres fundadores. A mediados del siglo XIX, aún existían herederos de ¡a casta inicial. En el Libro de los Muertos de la parroquia Santiago Apóstol el 3 de marzo de 1843 se registra:
el cadáver del indio Francisco Peralta, natural de este pueblo, fallecido a los sesenta y ocho años y casado con Lía Millares.
Son los últimos que quedaban en sucesión de aquellos que ocuparan el pago de Baradero y formaron el pueblo del mismo nombre.
El alejamiento del Padre Fray Francisco Arenas trajo como sucedáneo a Fray Luis de Bolaños que enriqueció de ventura y fuera continuo organizador de la flamante Reducción, como doctrinero y arquetipo de esta colonia aborigen, catequizando con las sabias enseñanzas del Evangelio y enseñándoles el labrantío de la fecunda y aún virgen tierra. Hernandarias, por lo creado, representaba su sillar en este franciscano mientras sus labores se iban desarrollando en el dilatado y desmedido territorio que bajo su jurisdicción emanaba órdenes y se empeñaba en medrar, tarea gigantesca para una sola persona y para sus débiles fuerzas de ser humano. “En ese tiempo Montalvo, Centenera y oíros funcionarios habían hecho notar al Rey de España los inconvenientes que tenían los gobernadores con una gobernación tan grande como la del Río de la Plata y Paraguay. La distancia enorme entre la Asunción y Buenos Aires obligaba a los gobernadores a nombrar tenientes con una u otra ciudad y a permanecer largas temporadas ausentes de. donde hubieran debulo estar”. Estas reflexiones, estas medulosas críticas tuvieron asideros en Su Majestad e hicieron hincapié cuando fue asignado Hernandarias el 7 de setiembre de 1614 al expresarle que espaldaraba su tirulo por el término de tres años, pues en cualquier instante podía decretar «la división del dicho gobierno de que se queda tratando, por ser tan extendido el distrito y entenderse que no se puede gobernar por una sola persona…» La escisión territorial recién habrá de producirse por real cédula firmada en Madrid el 16 de diciembre de 1617 cuando el Rey Don Felipe III, procede al desmembramiento de la provincia del Río de la Plata y Paraguay:
He tenido por bien -decía el rey- que el dicho gobierno se divida an dos, que el uno sea el Río de la Plata, agregándole las ciudades de Trinidad, puerto de Santa María de Buenos Aires, la ciudad de Santa Fe, la ciudad de San Juan de Vera de las Corrientes, la ciudad de Concepción del Río Bermejo, y el otro gobierno se intitule del Guayrá, agregándole por cabeza de su gobierno la ciudad de Asunción del Paraguay y la de Guayrá, Villa Rica del Espíritu Santo y la ciudad de Santiago de Jerez.
Se hacía menester, por ende, de dos jefes jerárquicos superiores para sendas divisiones. Se ha segregado Guayrá o Paraguay del Río de la Plata. Dos hombres representarían el mando en cada una de esas porciones de tierra bajo una sola enseña peninsular en esta ultramarina colonia. Hernandarias tuvo a su égida de asumir el Paraguay, dejando en esta otra parte del distrito sus reducciones y sus abnegaciones. Pero una esperanza feliz iba alimentando su alma bondadosa y plena de vigor: la órbita de la Reducción de Santiago había quedado en manos de Fray Luis de Bolaños, el que sabía modelar a salvajes, inculcar la fe, proclamar la caridad y predicar con el ejemplo cultivando el suelo. A Fray Luis de Bolaños, a quien había observado y respetaba y a quien fechado el 4 de mayo de 1610 escribiera al Rey informándole sobre el trato que daba a los indígenas en una de «Mis Reducciones», como las llamadas a sus hijas de creación:
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