31 de julio de 2013

HISTORIA DE BARADERO 8° PARTE

Historia de Baradero

Por carta que de este puerto despaché a los 20 de julio del año de 1619, di cuenta a V.M. de la averiguación que hice sobre las tres reducciones de indios, de su jurisdicción, y de sus costumbres, modo de vivir y proceder y envié un testimonio de ello. Remitiendo hacerlo con mayor distinción y certeza y de las demás que están en esta provincia, habiéndolas visitado por mi persona, comenzado por tres y no he proseguido porque en este tiempo del verano es necesario mi asistencia en el puerto por ser en el que pueden venir los corsarios. Pasado lo continuaré y daré relación de ello a V.M.
En la reducción de San Tiago del Varadero que el más antiguo cacique es don Bartholomé de nación guaraní. Se empadronaron 63 indios cristianos, 11 infie­les, 58 indias cristianas, 7 infieles, 58 muchachos y muchachas de la edad referida. Bautizados los más de ellos. Son todos 197.
Habrá cuatro años que los trajeron a esta reducción de sus tierras donde estaban siete leguas de esta ciudad por mandato de Hernandarias de Saavedra mi antecesor. Esta reducción está menos desordenada aunque su asiento es enfermo por ser el sitio pantanoso. Mala agua poca leña y el pescadero está desviado tres leguas. Difieren un poco de los otros indios aunque siembran maíz y tienen sus casas cubiertas de paja. Tienen una iglesia grande de tapias cubiertas de madera de sauce con paja.
Guarde Vuestro Señor la Real persona de Vuestra Majestad como la cris­tiandad y sus vasallos lo hemos menester.
Bs. Ayres 2 de marzo de 1620.
DON DIEGO DE GÓNGORA
Un interrogante fluctúa y, el mismo, es una incógnita que hace presumir y no constatar por cuanto no se ha declarado en documentación alguna. ¿Dónde se estableció el primitivo asentamiento de aborígenes, base de la Reducción, primero, y pueblo después? Las conjeturas son numerosas pero lo veraz no aflora, sólo son vagos indicios y a ellos nos remitimos sin confirmarlos. La Reducción, según menciona la tradición, se había situado en un pequeño monte de talas, por donde es ahora el actúa] cementerio, sobre las altas barrancas del río. Representaba, por ende, un lugar inaccesible, casi, para el trabajo diario del indio, por cuanto !e resultaba dificultoso su trajinar en el transpone de todo lo que le era menester para su manutención, como el de conducir las provisio­nes, el agua, la leña, el ir y venir a pescar, llevando todo ese bagaje hasta sus enramadas sobre las cimas de las barrancas. Este ejercicio arduo de bajar y subir hasta sus malocas le producía a su existencia cotidianamente, fatiga, cansancio, escollos para su desenvol­vimiento natural. Observando las anomalías de las que eran partícipes los pacíficos moradores, el Corregidor don Bartholomé Pintos entonces fue que mandó que se corrie­ran más al noroeste, o sea donde las barrancas se suavizaban, y el acercarse a la costa se podía ejecutar con menor esfuerzo. Dado lo cual, se logra afirmar, sin dubitación algu­na, que la fundación de la Reducción y Pueblo tuvo sus orígenes en la ribera sobre las quebradas cercanas al actual puerto. Frente a estas laderas comenzáronse a construir los ranchos en forma irregular, alineados en calles como lo dispusiera su Administrador, delegado de Hernandarias, quien ejercía funciones militares y civiles, entregando a cada uno de sus habitantes de esas rústicas chozas una parcela de 25 varas a la calle y 40 hacia adentro, con el deliberado propósito que se sembrara y se plantaran árboles, tuvie­ran animales de pluma y otros ejemplares que les sirvieran de víveres. Las mercedes concedidas, que fueron mandas del Gobernador criollo, trajeron numerosas familias de identidad españolas las que se afincaron y engrosaron el caudal de vidas de raza blanca que se integraron a la autóctona etnia del país. Esta gracia llevaba implícita una condi­ción amplia y generosa y única: que levantaran casas, o sean los ranchos de paja y barro. Abandonando por unos momentos el periodo colonial y entrando de lleno a la época de la independencia, fijemos nuestra atención en la estadía que hiciera en Baradero el explorador y naturalista francés don Alcides D’Orgibny, quien pisó esta tierra duran­te los días 16 y 17 de setiembre de 1827, dejando de ello un tétrico recuerdo, al descri­birlo:
«En el pueblo del Baradero que no tiene sino veinte o treinta tristes ran­chos, compramos un buey. El pueblo tiene tres pulperías en las cuales se reúnen todos los haraganes y asesinos de los contornos».
La facilidad otorgada paulatinamente se fue cubriendo con doscientos cincuenta habitantes, en 1761, que se situaron en el radio urbano, o sea en lo más representativo de la actual ciudad de Baradero, los alrededores de la actual Plaza Mitre, que en sus principios no era sino un potrero cubierto por matorrales de cicuta y biznagas, adonde acudían durante la noche los toros y los caballos alzados que andaban sueltos, retozan­do en perspectivas; estos asentamientos, iban significando el advenimiento de la villa.
El pasto espiritual para esas gentes radicadas en la flamante Reducción, hasta tanto se convirtiera en vice parroquia a Baradero, hecho que ocurrió en 1756, y a falta total de sacerdotes permanentes que atendieran el culto en las condiciones que lo reque­ría para un manejo esencial de su administración religiosa, se encontraban en la expec­tativa a la llegada de alguna misión católica o a la venida de algún eclesiástico viajero que apostólicamente oficiaba la santa misa, enseñaba la doctrina, bendecía matrimo­nios y bautizaba y, en sus libros que consigo portaban, anotaban a los neófllos recién convertidos en hombres nuevos y a los recientes deposados y luego se los llevaban, perdiéndose así numerosas apuntaciones.
Varios fueron los misioneros que desempeñaron esta labor magnífica de conver­tir a sus infieles y catequizarlos en la fe bíblica, y a los españoles otorgándoles los manjares de los sacramentos. Estos misioneros abnegados hacían sus expediciones sem­brando la palabra del Evangelio en las inmensas soledades de las pampas donde había un reducto, y los hacían a pie. a caballo, y en muchas ocasiones, durmiendo al raso.
El primer y único padrón que se había hecho anteriormente de los individuos de Baradero había sido practicado el 23 de agosto de 1688. El segundo que nos consta y fehacientemente refleja el estado demográfico del pago, ocho años más tarde, es decir en 1696 con un guarismos de 77 almas. Obvio es reiterarlo, todos españoles y ningún infiel entra en el registro. Los habitantes que nos ocupan se hallaban divididos de la siguiente suene: Varones solteros: 26 – Casados: 14 – Viudos: 2 – Mujeres solteras: 18 -Casadas: 14 – Viudas: 3 – De menos de un año: mujeres: 1 – De uno a tres años: Varones 2 – Mujeres 1 – De cuatro a seis años: Varones 8 – Mujeres 2 – De siete a diez años: Varones 5 – Mujeres 5 – De once a veinte años: Varones 8 – Mujeres 3 – De veintiuno a treinta años: Varones ] – Mujeres 1 – De treinta y uno a cuarenta años: Varones 8 -Mujeres S – De cuarenta y uno a cincuenta años: Varones 8 – Mujeres 8 – De cincuenta y uno a arriba: Varones 1 – Mujeres – Sin especificar: Varones 1 – Mujeres 27 – Total: Varones 42 – Mujeres 35 – Total general: 77.
Otros datos que constan en este padrón: Cura Vicario del Pueblo: 1 – Corregidor de la Reducción: 1 – Alcalde de Reducción 1 – Indios que resultaron deber tributo: 16.
En 1765 ya contaba Baradero con la friolera de mil almas y se habían edificado una gran casa de adobe crudo y techo de paja destinada una parte al templo \ otra, a Alcaldía de Justicia. Esta construcción se materializaba con frente Noroeste de la «tie­rra reservada para plaza».

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